jueves, 18 de octubre de 2012


Que me traigan una silla, porque sigo a la espera.


Cuando llegaron los 30 a todos mis amigos les apeteció celebrarlo... Hubo anuncio de boda, fiestas con cena, comilona en el bar, churrascada en casa rural y muchas copas... Menos mal que estaban las copas...

Yo, en mi 30 cumpleaños, quise estar en casa con mi chico... Dormir, leer, comer y no pensar...
¿Qué quería celebrar? Estar viva y cumplirlos era la opción inteligente que rondaba mi cabeza pero, como siempre que no nos falta algo, celebrar mi buena salud tampoco me parecía para montar un guateque.

Estaba un poco triste y enfadada porque me sentía engañada por el mundo. Porque yo había cumplido. Había sido responsable, me había esforzado, había estudiado, había sido paciente, había sido trabajadora, había puesto ilusión... pero lo que se suponía que llegaría... no llegaba.

Tampoco tenía niños. A los 30 no se tienen niños porque unos años antes aún estás en la universidad. Luego toca que te exploten con las becas, los dos años de contrato de prácticas, los dos de paro de rigor haciendo cursos y enviando currículums y por fin... empezar a trabajar en algo que no es lo tuyo pero que llega para pagar un alquiler, conseguir un contrato indefinido, decidir dónde te asientas... 

Entonces es cuando se supone que ya es el momento sensato de planteártelo... A los 40!!! Viva la generación de los 80! Tan universitarios todos, tan emancipados y con el rumbo claro. Pagando hipotecas para no tirar dinero en un alquiler, con coche por cabeza y viaje de rigor en verano, pero quejándonos de no tener un duro y de que así no se puede formar una familia. ¡Claro! Mis abuelos y mis padres antes de procrear tenían vivienda en propiedad, dos sueldos de 1400 €, los muebles, fines de semana de balneario, vacaciones en Ibiza y cena de restaurante todos los sábados.

Pero nosotros no seremos como nuestros inconscientes padres... Nos lo han vendido ellos mismos. Si lo haces bien y vas por orden tendrás la recompensa y todo llegará . El que pasa de todo será luego el que se arrepienta.

Eso justo pensé yo cuando, en mi primer trabajo de verano (ahorrando para el necesario máster), tuve que atender a uno de esos "adolescentes irresponsables" (de traje, con portafolios y coche de empresa), en la tienda a la que cada día llegaba en bus... Y cuando me encontré al que no perdonaba un sábado de desmadre, que tiene una oposición y un niño. Y cuando supe que al que le explicaba latín tiene negocio propio... 

Que nadie se equivoque. Me alegro mucho por ellos... Por dos razones: por su éxito ahora y por la buena vida que se dieron antes. Inteligentes ellos...

Algún día... algún día... 

Mientras espero creo que, a los 35, celebraré una gran fiesta. Total, tendré algunos euros para copas y ningún hijo que me impida salir hasta la madrugada...